sábado, 4 de junio de 2011

...hasta llegar a la meta.




En ocasiones tenemos planes, sueños y miles de ideas por ejecutar. Pero por más que nos esforzamos, no podemos alcanzar las metas. Imagino que a todos nos ha pasado en algún momento de la vida. La explicación puede ser sencilla, la envidia.

Muchas personas tienen un autoestima muy bajo y su capacidad de felicidad esta al mínimo, es ahí donde envidian a los demás y si en sus manos esta obstaculizar nuestros sueños o metas lo harán sin pensarlo dos veces.

Es difícil nadar contra corriente, ya que por más esfuerzo que se haga no iremos a ningún lado. Me ha pasado que lucho sin parar y me agoto, al final estoy en el mismo lugar. Que se puede hacer antes esto? Fácil. Poner todo en manos de Dios. Dirá usted, este está medio pandereta. Mi respuesta es: “NO”.

La necesidad del ser humano de creer en esa energía mágica que nos hace vivir, creadora de todo a nuestro entorno, existe. En toda cultura y el nombre que reciba en cada una de ellas, se define como Dios.

El orar es encontrar el equilibrio entre mente y corazón, porque no decir que del alma también. Esa paz interior que necesitamos a diario es indispensable para seguir con fe y esperanza el camino de nuestros sueños.

Cuantas veces nos sentimos derrotados en nuestras vidas? Diré que muchas. Como también hemos reaccionado en forma negativa por la intolerancia o la falta de fe. Respirar y orar despacio, hablando con Dios mentalmente, como si fuera a nuestro yo interior. Analizando cada paso dado y los que se deben dar.

Al final se trata de ser sinceros con nosotros mismos analizando nuestras virtudes y limitaciones para darnos cuenta si son sueños tangibles o son ideas descabelladas. Nadie podrá destruir la fe y la esperanza y por ello, se debe continuar la lucha. No importa las veces debamos comenzar de nuevo, al final con empeño todo será alcanzado.

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